LA POLÍTICA Y EL PODER
Desde siempre hemos concebido a la política, no como una industria electoral cuyo fin es la cosecha de votos para perpetuarse en el poder; muchos menos, para la satisfacción de unos intereses que no coincidan con el bienestar general, sino que se reducen en el provecho de quien ostenta dicho poder político.
Otros, han montado la maquinaria necesaria cuyo fin se agote en preservar el interés propio, menoscabando lo colectivo.
No es la política esa máquina que tritura por poder, sin importar costos ajenos, inclusive poniendo en riesgo la felicidad pública. Tampoco es la política un ambiente sucio, sino que la polucionan los hombres y mujeres corruptos.
No debe ser la política, un campo de juego donde el “vale todo” es la regla, y los principios son la excepción.
Mucho menos, debe ser la política ese señuelo donde la necesidad del otro, del más débil, sirve para generar dependencia respecto del más fuerte. Así han llegado, las más diversas dádivas, para sujetar un puñado de voluntades, con el único fin de mantenerse en el poder. Ese no es el mecanismo político más saludable para nuestra sociedad y su democracia. Al contrario, fagocita a ésta y termina desmoronando valores esenciales de aquella.
En buena medida, todos hemos sido culpables de esta situación; políticos y electores; militantes y dirigentes. No sólo existe corrupción en la clase política sino que ella permea a la misma sociedad, y se corroe en sus valores. Sí hay políticos que faltan a la verdad, prometiendo “villas y castillos”, es porque hay gente que le gusta consumir y vivir a base de mentiras.
Es que, afanosos por poder, muchos se han profesionalizado, en este tipo de actividad mercantilista de la política, no sólo van degradando la dignidad de sus iguales, sino también deterioran la propia.
Así, hemos encontrado, en esta lid, muchos quienes no se han lucido por el desempeño de la función pública que viene ligada al cargo que han ocupado, sino que han permanecido inertes a ella. Otros tantos encandilados están, por el brillo de las luces que derrocha el cargo público, o sus prebendas. Cuidado que, esto no es de un tiempo pretérito, no; esto sigue sucediendo ahora, en el 2008.
No hay ninguna señal que esto cambie.
Como nada cambiará, me atrevo a compartir con todos ustedes, estas reflexiones de alguien que –tanto como quienes leen este escrito- apuestan a este país y su gente. Y a pesar de mis jóvenes 30 años, con la fuerza que motiva una vocación, veo con total claridad, la resignación de una gran mayoría que se entrega en los brazos de la política chabacana, en el tome y daca.
Sólo hemos visto en la vidriera propuestas sin contenidos, ni programáticos ni ideológicos; brillo y color, derrochan pancartas y cánticos. Cientos de miles de dólares empapelan nuestras calles, enronquecen sus gargantas cuantos candidatos, hablando de todo y diciendo nada.
Tengo muy cuenta que, la próxima será una zafra electoral, donde nunca antes este país vio nada igual, en materia de ingeniería e industria político-electoral. Ahora el FA no sólo ha deshabitado sus tradicionales comités de base, sino que dejará la plastillera en sus pasacalles para avanzar hacia el cartonplast. Es claro que, este otro partido tradicional –en el que se ha convertido el FA- se ha transformado en una potencia económica donde verterá importantes sumas que, sin lugar a dudas, serán históricas para esta fuerza política.
Así será cierto aquello que, la actividad militante y el éxito electoral sólo se concebirán a base de votos y de plata; mucha plata. Pues la actividad política se ha transformado en un mercadeo de voluntades.
Claro que, a agrupaciones emergentes, como las que nos toca -con honor- integrar y participar activamente, no será fácil la lucha por el otorgamiento de los espacios necesarios para instalarse en medio de la opinión pública. Uno de ellos, es aquel que se genera a través de los medios de prensa; vaso comunicante vital para ese fluido contacto con la ciudadanía. Y, al pertenecer al género de las actividades comerciales, los medios de comunicación –naturalmente- se manejan de acuerdo a los cánones que regulan dicha actividad.
Pero, el derecho a la información debe estar por encima de toda actividad mercantil, por que constituye a su vez, en uno de los derechos humanos reconocidos en nuestra Carta Magna. A veces, el goce y ejercicio de este derecho puede verse empañado por ciertos intereses que se enderezan a satisfacer la paga de cierta cuota de poder, virtual o real. Cuando hablamos de información, lo hacemos en el sentido amplio, incluyendo las más amplias formas, no sólo la información periodística o documental sino también las estadísticas, los censos y las tan manidas encuestas, por ejemplo.
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