La Villa Nuestra Señora de Guadalupe de los Canelones y su vocación artiguista
"Estamos conmemorando el aniversario de la fundación de la entonces Villa “Nuestra Señora de Guadalupe de los Canelones”, cosa que ocurría un 10 de junio de 1782, mediante decisión real adoptada por el Virrey Juan José de Vértiz.
No obstante, ya en 1735, las tierras ubicada en “esta Banda del primer Canelón”, poseían dueño: Juan Cufré de Arce. Quien, el 17 de setiembre de 1759, permuta esta suerte de estancia, siendo su nuevo propietario el peruano -nativo de Cuzco- Santos Pérez y Llamac, quien antes de morir, consagra su deseo en erigir una capilla en honor a la Virgen de Guadalupe, esto aconteció en 1762; en este mismo año fallece, dejando como heredera de esta hacienda, su esposa Leonarda Conget. En 1775, se nombra Vicario al Pbro. Juan Miguel Laguna; siendo uno de los primeros sacerdotes criollos que tuvo esta Banda Oriental. Al año siguiente, en abril de 1776, Laguna se afinca en la Estancia de la Capilla, haciéndose cargo de una extensa jurisdicción que abarcaba Santa Lucia, San José, Minas, el Pintado y Pando. Como hecho de relevancia histórica, el 12 de febrero de 1779, el Obispo de Buenos Aires Fray Sebastián de Malvar y Pinto visitó la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, en tal oportunidad, la máxima autoridad eclesiástica del virreinato encomendó algunas tareas de organización tanto de la Capilla como de la Parroquia.
En fin, de ahí en más, se va botadura al proceso fundacional de la hoy ciudad de Canelones. Precisamente, el 31 de octubre de 1781 –a solicitud expresa del Padre Laguna- en las 49 cuadras de campo donadas por Leonarda Conget, se afincan 14 familias provenientes de la Madre Patria. Esas familias se embarcaron para darle andamiaje al malogrado “Operativo Patagonia”, pero el destino quiso que se “las colocase, a fin de fomentar aquella Población, que se compone de 800 varas en cuadro; y deseoso de poderles asignar suertes de chacra para sus labranzas…” (Tal como así lo expresa en un documento el Pbro. Laguna). En ese mismo año de 1781, en Bs. As. se radica un pleito judicial entre el padre Laguna y Leonarda Conget, siendo el objeto de la litis la posesión total de la Estancia, a raíz de lo cual, en una salomónica decisión del Virrey, se funda la Villa Nuestra Señora de Guadalupe de los Canelones. Tal como surge del testimonio del acta de fundación asentado en el Protocolo del Cabildo, con fecha del 10 de junio de 1782, en la que se hace constar que el Teniente de Dragones Don Eusebio Vidal “procedió a dar origen jurídico a la Villa reuniendo a los vecinos en la plaza”; por su parte, es de consignar que, a Eusebio Vidal se le encomendó asimismo la planificación de la villa de San Juan Bautista, y este funcionario del Cabildo de San Felipe y Santiago contrajo matrimonio en la Capilla de Guadalupe con la nieta del fundador de Montevideo, don Bruno Mauricio de Zabala, la joven María Nicolasa Josefa Clara Zabala, el 12 de mayo de 1781, precisamente, un año antes de la creación de Guadalupe.
Esta Villa debe la fundación a un preclaro colonizador: el Padre Juan Miguel Laguna, quien antes de su muerte (acaecida en 1788), mediante testamento designa como sus herederos a los habitantes de la Villa y a sus feligreses pobres. Quizá los vecinos de Canelones, a 225 años de aquellos hechos y actos, deban un tributo que escale a la altura de la labor desplegada por este sacerdote; quien concibió nada menos que a la hoy orgullosa capital departamental.
Guadalupe se erigió desde siempre, en el ineludible paso de aquellos que, desde la Plaza Fuerte de Montevideo, dejaban sus seguros muros para internarse en la casi desértica y bravía Banda Oriental, para descubrirla y conquistarla siendo, en muchos casos, seducidos por la floreciente fertilidad de sus campos; es así que muchos descubren las bondades de esta Villa instalada “en las afueras” de Montevideo. Diego de Alvear, en 1783, describe en uno de sus viajes, a esta “pequeña aldea” compuesta “de 70 casas de paja cortadera y puntales…” en las que, “…embostaron las paredes con una mezcla bien batida, de bosta o estiércol de caballo y tierra, blanqueándolas después con cal ordinaria, quedan las habitaciones abrigadas y decentes.” Sigue diciendo el atento viajero que: “La Iglesia es de lo mismo; las calles tiradas a cordel con una gran plaza; y dista de Montevideo 9 leguas al Norte. Su vecindario sube a 2.500 individuos entre criollos y europeos y maragatos, de los que muchos moran en sus estancias, fuera del pueblo”…“Los campos son fertilísimos y de pastos tiernos y sustanciosos…El arroyo dista como una milla de la población, y está sujeto a considerables crecientes, que no se puede pasar la mayor parte del año sino en canoas. Sus orillas abundan del árbol que llaman canelón del que toma su nombre; de coronilla, de espinillo y frondosos sauces.” Ya en 1820, otro viajero, Auguste de Saint-Hilaire, hace poco más que una descripción arquitectónica de la Villa, al decir que: “Está construida sobre una vasta planicie sobre un terreno inclinado. Su forma es casi cuadrada y cuenta casi trescientas casas pero en este número hay muy pocas que sean construidas en ladrillo y tengan techo plano. Las calles anchas bastante derechas. La plaza pública donde se ha levantado en estos momentos una iglesia nueva, es bastante grande.”
Esta Villa, fue predilecta tanto como este departamento, por el Mejor de todos los Orientales: nuestro Prócer, el Gral. José Artigas. En ambos, ocurrieron los más relevantes hechos de la Revolución Oriental y los actos de gobierno emanados de los órganos de la Provincia Oriental, se dieron en esta Villa; al instalarse en 1813 el primer gobierno patrio presidido por el Jefe de los Orientales, quien en 1815, traslada a Guadalupe, a su esposa Rafaela Villagrán, su pequeño José María y su tía Francisca Artigas.
Por otra parte, en Octubre de 1815, el Cabildo de Guadalupe, redactó un “Proyecto de Agricultura” –el que, más tarde sería considerado por el Jefe- donde se destinaba a tierras de laboreo una zona de dos leguas circundantes a la Villa. Es así que, la agricultura local se instala por estos lares ya que, los cabildantes consideraron que: “El cultivo de las tierras es infinitamente más ventajosa que dos o tres estancias, que dos o tres propietarios pueden mantener a ciento”.
En 1816, a solicitud expresa del Gral. José Artigas, se manda a construir un nuevo templo en honor a la Patrona de la Parroquia, Nuestra Señora de Guadalupe; precisamente en un solar contiguo a la rústica pero cálida Capilla que construyera Santos Pérez y Llamac.
Señor Presidente, permítaseme por unos instantes más, distraer la atención de esta amable Sala, para juntos aseverar con firmeza que, Guadalupe de los Canelones, nunca estuvo ajena a los hechos históricos que cimentaron el nacimiento de esta Patria; desde la concepción de la Villa, se procuró concretar –cosa que se hizo con éxito- el poblamiento de la campaña oriental, colonizándola gracias a la labor, primero, de Santos Pérez y Llamac, después, del Pbro. Laguna, y todos quienes se afincaron en estos lares, adoptando estas tierras americanas como suyas, al tiempo de promover su arraigo entre la descendencia criolla, los que han sido, nada menos que nuestros antepasados: y ellos, los forjados, no ya de una Villa, sino que como otros lo hicieron en distintos rincones de la Banda, fueron tejiendo una “Patria Nueva”. Eso en primer lugar. En segundo término, decirles que, Guadalupe hospedó con celo inimitable al primer gobierno patrio; tal como fue testigo de los arbitrios imperiales del Brasil, pues el 19 de octubre de 1822 en esta Villa fue proclamado gobernador de la Cisplatina Pedro de Alcántara; pero… fue orgullosa testigo de los hechos históricos de 1825, ya que en mayo de ese año, a orillas del Canelón Chico el Libertador Lavalleja arma la Guardia Nacional entre los Independentistas destinándoles a cada cual, la vigilancia y control de los diversos rincones estratégicos de la Provincia: cuan embrión de un Estado que se gestaba. Es que, en ese mes de mayo de 1825, uno de los guadalupenses que participó de la gesta libertadora, don Simón del Pino, organizó la histórica División Canelones, milicia oriental, que tuvo su heroica participación en Sarandí y en Colonia del Sacramento. Muchos guadalupenses forjaron la independencia Patria, los hermanos Spikerman, Andrés Cheveste, y quien fuera integrante del Cabildo local, el ilustre Joaquín Suárez, el que puso a disposición del Libertador Lavalleja, sus bienes para costear la guerra que alumbrara a la independencia patria. El 13 de diciembre de 1828, el gobernador provisorio don Joaquín Suárez, decretó para siempre el cese del poderío de las autoridades extranjeras. Mientras que, un año después precisamente en ocasión de reunirse la Asamblea General y Constituyente, en Canelones, ésta corporación aprueba la creación del Primer Pabellón Patrio (confeccionado por doña María Josefa Álamo de Suárez), emblema izado por vez primera en el territorio oriental, un 1º de enero de 1829, cosa que se hizo precisamente aquí, en Canelones. Así, el 8 de febrero de 1829, finaliza el trabajo de la Asamblea llevado a cabo en esta Villa, precisamente en el solar donde hoy se encuentra la Escuela Especial Nº 199.
Por otra parte, en el ámbito productivo e industrial de la entonces Villa, podemos referenciar sucintamente que con la inauguración de la Estación de Trenes (noviembre de 1872), se concreta un avance sustancial en el transporte de trigo hacia Montevideo, entre otros productos. Es de consignar que, en el 1900, se instala el Molino “Storace”, situado en la zona suburbana de Canelones, mientras que en el ámbito ganadero en 1886, la cabaña del Cnel. Juan Belinzon, poseía ya los mejores toros de la raza Durham, caballos de carrera, burros garañones y caballos de pura raza de Andalucía.
Avanzado ya el siglo XX (setiembre de 1963), se instala en Canelones el Frigorífico que adopta como suyo el nombre de la ciudad, perteneciente a la firma de Miguel Ameglio S.A. Diez años antes, comienza su producción industrial la empresa ALUR S.A., en el giro de producción de alambres y mallas de barras electrosoldadas. Sumándose, otras importantes industrias locales que, otrora fueron importantes fuentes de trabajo, no sólo para Canelones sino para toda esta región, me refiero a: a la Usina Nº 3 de CONAPROLE y el Frigorífico para conejos y liebres “San Nicolás” de la firma PROINCO, hoy, éstas industrias junto a ALUR S.A. son –desafortunadamente- meros recuerdos que, en la retina de muchos, ha quedado su paso productivo por la historia de esta ciudad.
Mucho habría por decir aún, acerca de las bondades, virtudes y necesidades de esta vieja y querida ciudad, en la cual vimos nuestra primera luz desde el sanatorio COMECA, como somos orgullosos ex alumnos de su Liceo Público, el Instituto Tomás Berreta (creado el 4 de Octubre de 1912), compartiendo nuestra vida con muchos familiares y amigos que residen en esta ciudad, de la cual me siento como un vecino más.
Me resta sólo concluir estas humildes palabras de adhesión a estos Festejos, diciendo que: “No nos propongamos olvidar el pasado, en vez de escucharlo; imaginar el futuro en vez de temerlo así como cambiar la presente realidad, en vez de padecerla.” Muchas Gracias.
Dr. FERNANDO LÚQUEZ CILINTANO
0 comentarios